Nuevamente entramos en cuarentena aquí en Inglaterra. No les voy a mentir: me tiene un poco desanimada. Pero decidí ponerme en modo proactiva (¡veremos cuánto me dura!) y aprovechar de compartir todas esas recetas que tenía pendientes.
Aunque por acá el otoño ya se instaló con todo, esta tarta la preparé en primavera y me parece perfecta para quienes están ahora en pleno florecimiento del hemisferio sur. ¡Ojalá se animen a hacerla! Es realmente deliciosa: cremosa, suave y con un toque muy especial gracias a las bolitas de regaliz. Si no las tienen —o simplemente no les gustan— pueden omitirlas sin problema.
El regaliz lo compré el año pasado cuando fuimos de vacaciones a Islandia. La verdad, al principio no estaba muy convencida; en los países nórdicos son fanáticos, casi una obsesión. Probé una marca que se llama Lakrids, con sabores muy interesantes. No sé si será fácil de encontrar en Chile, pero si alguna vez tienen la oportunidad de probarlo, ¡háganlo!
Tiene un toque salado que combina increíblemente con el chocolate amargo. Debo reconocer que no amo todas sus versiones, pero cuando se usa con moderación puede convertir un postre en algo realmente especial.